miércoles, 1 de febrero de 2017

Ellas

Ellas se cruzaron en mi camino... ¡hicieron que me encontrara a mi misma!

Mis amigas,  puedo presumir de tener a las más cariñosas y apoyadoras del mundo, definitivamente no llevamos años de conocernos, pero la química que tenemos, sin duda, es especial.


Como contaba en el post pasado, mi vida de repente tuvo tantos cambios, que no sabía dónde estaba el piso, sin embargo, ellas, poco a poco me ayudaron a encontrarlo, encontrarme a mi y a no caer en el hoyo en el que sentía que estaba a punto de caer.


Alguien una vez dijo que ellas me envalentonan, sí, que me dan valor pues, y no voy a negar que al principio me cayó muy mal que me dijeran eso, hoy con el paso de los meses, agradezco que me den valor, me ayuden a ser fuerte y a ser quien soy.


Jamás he tenido muchas amigas, las mujeres somos muy complicadas, (la neta!) y nunca he tenido la paciencia para aguantar a alguien como yo, real, solo tenía dos amigas muy cercanas, pero nuestras vidas ahora son muy diferentes. Una es mamá, la otra está en el camino de convertirse en una alta ejecutiva y yo, bueno limpiando mocos e intentando crear un futuro mejor en el planeta, sin embargo, jamás descarte la idea de tener un grupo tipo "Sex and the city", ya saben, esas que están juntas todo el tiempo, que hablan de todo, que se apoyan y no se juzgan.


Me parecía casi imposible, pero creo que llegó a mi vida ese grupo que tanto pedí...


Conforme ha pasado el tiempo, he escuchado sus historias, unas muy cagadas, que me hacen llorar de risa y otras no tanto, que me hacen darme cuenta de que todas pasamos por cosas que nos hacen quienes somos hoy. 


Y podría escribir de todas las historias de desamor que vivimos cada una, en diferente medida, evidentemente, pero creo que eso amerita otra entrada, cuando esté lista lo haré, pero la verdad es que escuchar como cada quien toma las cosas que llegan a su vida, me hace valorar todo lo que he vivido, bueno y malo, aunque no habría porque etiquetarlo, creo fielmente que todo me hace ser quien soy hoy. 


Sin duda, cada persona que llega a nuestra vida tiene un fin, hay algunas que están un rato, otras que se quedan, algunas se vuelven intermitentes, pero lo importante es que hoy comprendo que  todos han tenido una razón de estar y que la gente llega a mi vida para enseñarme algo, incluso si sólo pasan de prisa.


Hoy comprendo mejor que nunca, que todos necesitamos de gente que nos escuche, que nos regale abrazos apretados, que comparta comidas llenas de risas, que nos dé consejos de cómo ser más cabrona, que use tu apellido en todo momento como muestra de cariño, que te diga lo orgullosa que esta de ti, y no por ego, si no por que realmente se dan cuenta de las cosas que haz logrado, personas que se den el chance de conocerte y de caminar a tu lado, sin esperar que no cometas errores. 


Con esto que escribo hoy, sólo quiero agradecerles a ellas por estar, por su apoyo incondicional y por sacar lo mejor de mi, a la vida, por mandármelas en el mejor momento, creanme en este proceso de crecimiento, entiendo mucho mejor eso de que, los tiempos de Dios son perfectos, que hay que reír más y dejar de vivir tan de prisa, valoro todo lo que me pasa y decido sacar lo mejor de mi. 


La vida no se puede vivir, sin amigos con quien compartir las cosas buenas y las no tan buenas, sin gente a tu alrededor que crea en ti, cuando tu ya no lo estás haciendo. Y aunque esto es para ellas, gracias a todas las personas que están o estuvieron, todos me han dejado algo y sin duda ocupan lugares muy especiales en mi vida. 


Abracen más y chinguen menos, le prometo, todo fluye cuando lo haces de esa forma... Bueno hay gente que merece ser chingada y con eso no puedo hacer mucho. Y ríanse, vivan mejor, disfruten, amen, y como dice un proverbio chino "no se tomen la vida tan en serio, de todas maneras no saldremos vivos de ella". 


Amigas, las quiero con todo el corazón, ¡gracias por todo! 







miércoles, 18 de enero de 2017

Cumpliendo propósitos... El Gimansio

Hace poco mi vida cambió, mucho, muy rápido y de golpe, de pronto todo lo que creía estable y para siempre ya no estaba, después de mucho llorar y pasarla mal, muy mal (toda esa historia vendrá después) decidí que era momento de dejarme llevar y entrar en plan de recuperación.

Al hacer un análisis de lo que necesitaba, me di cuenta de que requería urgentemente endorfinas, muuuuuchas endorfinas, dicen que ayudan a estar feliz, y yo necesitaba desesperadamente serlo, estaba siendo altamente peligroso que anduviera suelta por el mundo con la idea de atropellar a Fulanito o que pasará los días llorando como muñeca fea, sí tal cual como la canción de Cri-Cri, así que puse una solución y me inscribí al gimnasio. 

La idea por sí sola sonaba increíble, generaría endorfinas y en tres días tendría el cuerpo de ensueño que tienen todas las Angels the Victoria's Secret, todo cuadraba a la perfección, además de que era el propósito de año nuevo perfecto, ¿qué podía salir mal?

Sin más, esta fue mi  primera semana, el primer día obviamente iba con toda la intención de opacar a todos con mi súper fuerza, por lo que le eché todas las ganas que existían en mi, un lunes en la tarde, obviamente con 30 minutos de ejercicio, sentí tener toda la dosis de felicidad que necesitaba para sobrevivir a la semana,  para el día dos ya se me llenaba la cabeza de pretextos para no ir, pero oyeeee, es mi propósito y después de todo tenía que darle el beneficio de la duda a eso de las endorfinas, así que caminé y caminé y seguí caminando, la caminadora no me llevaba a ningún lado, evidentemente, pero me dio chance de reírme un ratote, mientras veía como todos los mameyes a mi alrededor se hermosean cada vez que pueden, toman cosas medio espesas, de colores raros en vasos fosforescentes e intentan conquistarte con su cara de situación mientras cargan todo el peso posible en cada aparato, ahí fue que entendí que probablemente eso es lo que genera la felicidad, las buenas risas que me salen, mientras veo a toda clase de especies salvajes, es casi como estar en un safari. 

Así fue como llegué a hoy, el día no ha sido lo más sencillo desde la mañana, hagan de cuenta como un subibaja, entre que si me siento triste, que si me duele la rodilla, que si tengo sueño y hambre o todo lo anterior, pero junto, ¡imagínense! Pero mi yo responsable me llevo ahí a eso de las seis de la tarde, por supuesto hice mi rutina en un poco más de treinta minutos, pero al terminar sabía que necesitaba más, que aún tenía fuerza para entrar a una de esas clases de gimnasio, donde hay muchísima gente, vapor en los cristales y gente bailando a su ritmo música de todo tipo, total que encuentro en el horario una madre que decía Circuitos, ¿neta? que tan difícil puede ser, se escuchaba súper amigable.

Cual fue mi sorpresa que fue una clase más tortuosa que mi paso por la prepa, y eso ya es mucho decir... Total que cuando llegue había dos que tres mujeres preparadas con mallitas de colores, agua, toalla y cara la típica cara de me asusta pero me gusta, no lo voy a negar, esas caras me decían algo, eran un aviso, pero como yo nunca hago caso de ningún aviso, pues que ahí voy, como gorda en tobogán. 

En eso entra un profesor, chaparrito, (no mucho más alto que yo y eso está cañón), medio mamey, con un look medio electro fashion y empieza a dar órdenes cual general militar: A ver saquen que si las mancuernas, que si el tapete, que el step, llámese step ese banco horrendo, que parece más bien como mesa de centro, (que por cierto jamás quiero volver a ver en la vida), y para terminar un maldito costal que pesa casi lo mismo que yo, no les miento, sentí miedo, pero ya con diez personas en la clase no podía salir huyendo sin siquiera intentarlo. 

Y taraaaan sin darme cuenta ya estaba haciendo ejercicios de calentamiento, con música de fondo mucho más fuerte que mis pensamientos, de esa que ni se puede cantar, me retumbaban los oídos y sólo pasaba por mi cabeza: "¿que carajos haces aquí?, segurito te desmayas por intensa, mañana no te vas a poder ni mover", pero noooo todo sea por ser feliz.

Ahí fue entonces que descubrí que esas caras antes de entrar, me querían decir algo, la clase trata, básicamente, de hacer ejercicios de fuerza y cardio entre uno y dos minutos sin detenerte, cada quien controla la velocidad, pero definitivo paso tortuga no es una opción, bueeeno ya para el segundo ejercicio con el dichoso costal en la espalda, cual Pipila, yo era del color de un jitomate, me temblaba hasta la conciencia y sabía que mi cuerpo estaría muuuuy enojado conmigo mañana, para mi suerte, el entrenador veía mi súper buena actitud, por lo que cada vez que podía se acercaba a mi y con el tono más sexy que encontraba me decía: "Vas bien mamita, dale mamita, ya casi acabas mamita", agradezco profundamente sus porras, pero el mamita, ¿era obligatorio?, por supuesto que mi burlón ser, entre la temblorina, el no tan sexy color ladrillo y la lucha por escuchar mis pensamientos entre tanto ruido, moría a carcajadas dentro de mi, aplastado entre el costal y las mancuernas de dos kilos. 

Al final, sobreviví al vas bien mamita, a cargar costales como el Pipila, a brincar la mesa de centro y no morí en el intento o por lo menos eso pensaba... Mi camino al vestidor fue peor que pasar por un callejón obscuro a la mitad de la noche, me temblaba todo, era color hormiga atómica y me dolía hasta respirar, pero obvio me terapeaba y me repetía, aaaah, pero serás súper feliz, zombie, sin poderte mover, pero feliz. 

Bañarme y vestirme hoy, después de la clase de infarto que tuve, fue un acto casi heroico, que Juan Escutía, ni que nada, mis piernas no reaccionaban, pero yo de pie, caminar al estacionamiento me resultó lo más incómodo de este mundo, y eso que he vivido situaciones incómodas, ahora imaginen la escena al llegar a casa, cuarto piso, muchos escalones y hambre como para comerme todo el trompo de pastor. 

No sé si regresaré a la clase, probablemente le dé otra oportunidad, si es que logro sobrevivir a las escaleras del trabajo mañana, lo que es un hecho es que el gimnasio sigue demostrándome que la felicidad está ahí, dentro de mi divertido, simple y burlón ser, sólo tengo que dejar escapar un poco eso que me hace ser yo y darme cuenta que nada está tan jodido como para no arreglarse con unas cuantas risas. 

Pronto seguiré contando todo, lo bueno, lo malo, lo frustrante, lo divertido... poco a poco!